secretismo administrativo y contable
El gobierno ha publicado un nuevo decreto de declaración de secreto sobre algunos actos de gestión en Defensa, sumando una gota más a su vaso que rebalsa de discrecionalidad y turbidez.
Este decreto 807/24 modifica y extiende el alcance de otro semejante
dictado en abril, el 370/24, decreto aquel que no tuvo tanto debate en los
medios de difusión aunque no difiera demasiado en esencia y magnitud. Juzgue
cada uno por qué pasa este menos desapercibido que aquel.
El primero declaraba bajo secreto
militar la operación de compra de aviones caza norteamericanos a Dinamarca.
Este segundo extiende ese secreto a obras de construcción, adecuación y
mantenimiento de infraestructura, pistas e instalaciones, así como a
importaciones de los sistemas de armas que incorporarían dichos aviones.
Al mismo tiempo el nuevo decreto introduce un cambio en la
responsabilidad de la ejecución de las tramitaciones, que pasan de la
Subsecretaría de Planeamiento Operativo y Servicio Logístico de la Defensa
hacia la Secretaría de Estrategia y Asuntos Militares. ¿Por qué ese cambio de
responsabilidad? No parece congruente con las misiones y funciones
establecidas en la orgánica ministerial validadas por la actual gestión
gubernamental. ¿Habrá una razón que no sea otra de las tantas disputas de
figuración y de recursos que se exhiben en el equipo de gobierno? La discusión
sobre quién negocia los contratos parecería clara donde estaba, y habrá que aguardar
la explicación detallada de las voces de gobierno.
Una pregunta anterior lógicamente es la de si resulta necesario el secreto
militar para esta negociación. Podría pensarse que mucha falta no hace, atento
a experiencias anteriores. Quizás haya buenas razones, pero mientras no se
brinden y se expliquen, la autoridad militar, ministerial y presidencial
habilitan la suspicacia.
Se venía discutiendo mucho y seriamente desde la perspectiva técnico-militar
la conveniencia o no de adquirir los F16, sobre todo por condicionantes vinculados
a los sistemas de armas con que estarían dotados y la autonomía nacional para
mantenerlos y usarlos. Ese punto –qué radares y qué armas tendrán- no se dio a conocer este verano cuando el
gobierno se inclinó con histrionismo por la opción EEUU-OTAN, descartando la de
China y otras analizadas. Para muchos la decisión pareció tomarse sólo desde
una perspectiva de alineamiento internacional automático, más que desde el
requerimiento técnico del planeamiento militar. Quizás no sea así, pero el
secretismo gubernamental, la manera de
sentarte, de vestir, de estar parada, habilitan el interrogante. Este
decreto no despejará esas dudas, ya que cubre con un velo la cuestión, y detalles
conocidos por los ingleses permanecerán ocultos para los argentinos. Quedará la
sensación de que el decreto busca aliviarle a Petri y Adornis tener que
explicar qué se compra.
Por otra parte el decreto cubre de secreto la realización de obras de
reparación de pistas, hangares y cuarteles, lo que parece una desmesura que también
habilitará la duda, como ya la habilitó la voracidad por los aumentados fondos
reservados de inteligencia que podrán gastarse sin controles. Otra mala señal
institucional. Habrá que esperar que el secreto no alcance una serie de
adquisiciones de material de construcción y ejecución de obras muy comunes y
cuyo cómputo y presupuesto quiera dirigirse y manejarse a discreción, sin
controles de auditoría y lejos de la mirada de la sindicatura. La transparencia
de los actos de gobierno es un mandato republicano que los falsos liberales
argentinos declaman pero no practican desde Rivadavia y Lavalle a nuestros días;
no es absoluto, pero debe haber razones fundadas para la excepción. Las denuncias
de negociaciones incompatibles en YCF y en otorgar licencias de pesca no
describen austeridad ni ejemplaridad en el elenco de gobierno, y estas
denuncias no son impulsadas desde la oposición política al gobierno.
El secreto también echa velos sobre otro punto en que el gobierno se
contradice de manera estridente y sistemática, y es el de la ejecución del
gasto.
Como los teros al esconder sus niditos, quienes gobiernan dicen que van a
reparar el salario militar tras cancelar las dos cuotas previstas, diciendo que
eran mentiras insostenibles las tres que ya se habían pagado durante el
gobierno de quienes no habrían querido mejorar el salario. Ridiculez que sólo puede afirmarse tomando por zonzo al que escucha, y que sólo puede creerse mediante
un acto de ciega fe partidista.
Del mismo modo declaman que van a equipar a las Fuerzas Armadas, pero demoran
y retacean los informes al Congreso sobre planificación y ejecución de la Ley
27.565 (FONDEF - Fondo Nacional de la Defensa). Quizás el decreto secretista quiera ayudar a no exhibir números y
detalle de la ejecución presupuestaria, que vendría a la baja, como la de los
fulminados aumentos salariales, las partidas de funcionamiento y
adiestramiento, y las de incorporación de más y nuevos soldados voluntarios, o la administración y terciarización en la obra social IOSFA.
Un próximo gobierno de reparación patriótica -nacionalista, democrático y
popular- deberá revisar cada una de estas medidas antinacionales y
discrecionales, y anularlas y revertirlas si corresponde. Debe ser un
compromiso de quienes encaren ese futuro, y deben saberlo quienes se presten
hoy a esto. Con la misma intensidad y precisión con que se perpetra ahora la
entrega de los recursos estratégicos, se sabotea nuestra autonomía tecnológica
e industrial, y se empobrece al pueblo argentino, tendrá que retomarse el
camino soberano.
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