viajes al Brasil
VIAJES AL BRASIL
enero de 2019
Un sábado a comienzos de enero de 1980 dos queridos amigos abordaron al adolescente
que fui en la playa del PRC (el Rowing de Paraná).
-Nos vamos a Brasil. ¿Querés venir?
-Todo el mundo viaja a Brasil. Ya no hay ni lugar en los colectivos y
los hoteles. ¿Ustedes también van a ir a Camboriú porque el dólar es barato? Turismo
masivo. Para eso yo me quedo acá.
-Nosotros vamos a Río de Janeiro, que debe ser una ciudad interesante.
-Ah. ¿Y cuándo se irían?
-El lunes.
-¿Tienen pasajes
-No.
-¿Y alojamiento?
-Tampoco.
Y allá fuimos.
Nos llevó largos tres días llegar, consiguiendo colectivos de a tramos y
esperando en terminales de ómnibus. Aproveché las esperas en rodoviarias, las tardanzas de los bondis y las
incomodidades de los asientos para leer los tres tomos de El señor de los anillos.
Creo que mi único aporte fue cargosear para ir a Petrópolis, la ciudad
imperial, recomendada por mi abuela Raquel. Estudiantes de arquitectura, mis
amigos aceptaron salir de Copacabana, Ipanema y el centro carioca, tomar un
colectivo y llegarnos montaña arriba hasta la antigua residencia de verano de
la Corte Portuguesa.
Allí, entre los ordenados vestigios del lujo de los Braganza, en el
cuidado relato de un lento republicanismo acordado entre parientes y del tardío
abandono del esclavismo, había una muestra -que parecía permanente- de homenaje
a Bartolomé Mitre.
Caseros, Pavón, Paysandú, Montevideo y Asunción mostraban la coronación
del éxito portugués en el Plata, consumado por el Imperio Esclavista del Brasil.
Y Don Bartolo tenía allí el lauro y la palma.
De regreso y desconfiando de aquellas explicaciones empecé a intercalar
entre los estudios de ingeniería crecientes lecturas históricas, y a repensar
el influjo de nuestras oligarquías latinoamericanas en nuestros más de
cien años de soledades.
Volví a Río 35 años más tarde, y volví a recorrer, ahora en familia, los
mismos lugares. Volví a cargosear a todos para ir a aquella Petrópolis recomendada por mi abuela, y volví a examinar todo el Palacio. No encontré ni
vestigios de aquella muestra, mácula a la integración sudamericana.
Quizás la hayan sacado, quizás me esté volviendo viejo y fabule
recuerdos.
Me acordé hoy al ver la foto de Macri con Bolsonaro, el nuevo presidente
del Brasil surgido de la manipulación electoral y de la proscripción a
opositores.
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