chirusas de barrio norte
Una meritocracia que se autopercibe anglosajona y de ética protestante, pero que discurre en ámbito hispano y tercermundista. Aquel calvinismo individualista solía invocar el esfuerzo personal, renegar de la nobleza y el mérito de los ancestros, y despreciar la herencia, consagrando más tarde al self made man, y a veces woman. El rastacuerismo acomplejado de nuestro mediopelaje de hemisferio sur, por el contrario, anhela la herencia material y se emboba ante apellidos ilustres; se desvive por poseer en la sangre algunas gotas de nombres de calle.
No conocemos de este nuevo personaje semanal sus méritos que vayan más allá del número y ubicación de la unidad de propiedad horizontal en la que habita. Tampoco nos apabulla mucho el apellido del que ostenta la nota, aunque -como sinceros republicanos- no creemos que la infamia de los ancestros condene, irredimible, a la progenie, que para esos males ya los griegos contaron las desventuras de los Atridas hace milenios.
Manuel de Tezanos Pinto fue un comerciante español crecido en el Plata, casado en Jujuy y diputado unitario por aquella provincia en el Congreso rivadaviano. Fue parte de aquel grupo de diputados que, en aquella Convención y sin mandato, proclamaron a don Bernardino como presidente de un estado que no existía, cosa que el porteño aprovechó para conceder las minas de Famatina en La Rioja, y campos en Entre Ríos, negocios que había pergeñado con socios ingleses como enviado de Buenos Aires unos años antes. Y también endosar a todos, claro, el malhadado préstamo de la Baring Brothers.
Tezanos Pinto fue el encargado, al lanzarse aquella aventura presidencial, de viajar a Santiago del Estero para imponerle la Constitución Unitaria al gobernador Felipe Ibarra.
A fines de enero de 1827, como aquellos viejos unitarios de que se burlaba hasta Sarmiento, un Don Manuel recién llegado y vestido a la usanza europea, de oscuros galera, frac y levita, cruzó la plaza bajo el sol generoso del mediodía y fue a encarar al gobernador, que lo hizo esperar un rato hasta que lo recibió a la sombra, en camiseta y descalzo, con las patas en una palangana, como para aliviarse del calorón reinante. Tras leer aquella Constitución unitaria y elitista, Ibarra le devolvió con desdén “el librito” y lo intimó a abandonar el territorio de la provincia en doce horas.
Para Tezanos Pinto y el núcleo unitario, Ibarra fue un bárbaro injurioso y descortés, falto de refinamiento y desubicado. Para algún historiador del siglo pasado, el bárbaro y desubicado era Tezanos Pinto, al pretender llevar un absurdo ultimátum que desató la guerra civil, y disfrazado de aquella manera extravagante y esnobista, desconocedor de la cultura, las instituciones y el clima del lugar.
¿A quién se le podía ocurrir vestirse así en un mediodía de verano en Santiago del Estero?
https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/nunca-saluda-y-grita-mucho-quien-es-la-vecina-de-arriba-de-cristina-kirchner-que-cuelga-banderas-con-nid16112021/
la consigna, lanzada como un taba, de civilización o barbarie, para "despoblar" el desierto salió al revés, barbarie y la civilización quedó para otro momento histórico qué a pesar de la sangre derramada no ha cambiado. Para repoblar el desierto se trajeron millones de extranjeros de todas partes del mundo y tenemos la mitad de la población en la pobreza, algunos cientos de miles en la miseria. Más pruebas del fracaso histórico del patriciado?, para qué, surge la palabra cambiar, sin decir qué, cómo y cuándo.
ResponderEliminarQue maravillosa descripción histórica!
ResponderEliminarMuy buena nota
ResponderEliminarGracias! La nota de La Nación es lastimosa a la lectura misma.
ResponderEliminarSi que es cierto que la turba de terratenientes cuyos apellidos les abren puertas para obtener lo que quieran, no tienen nada que ver con los laburantes anglosajones lejos de cualquiera de esta suerte de aristocracia oligárquica basada en la mera posesión de infinitas leguas de tierra. La ética protestante se basaba en el esfuerzo laboral y el carácter de derecho natural que se le dio a la propiedad privada , en Europa, fue para defender el producto de ese esfuerzo de los manotazos de una nobleza tan parasitaria como nuestros oligarcas nativos.. Que a diferencia de quienes se instalaron en EEUU, no vivían en sus haciendas ni ponían el cuerpo...De esa diferencia, y de la desigual distribución de la tierra, devino parte de los diferentes desarrollos. En
ResponderEliminarAmérica Latina. En EL SALVADOR por el,un puñado de flias eran o siguen siendo, las dueñas de todas las plantaciones de café..Pero de esto no toman nota cuando viajan....esas chirusas..