sondeando encuestas

Eurípides tenía en muy pobre concepto a los oráculos y adivinos. Sospechaba que eran unos farsantes que opinaban por dinero.

Yo -que he tenido trato con la ciencia- no llego a tanto, pero presto poca atención a encuestadores y publicistas. Porque muchas veces se equivocan, porque algunas mienten a sabiendas, y -sobre todo- porque consumir encuestas suele implicar que el militante devenga en comentador, angustiado o entusiasta, de una obra actuada por otros y de cuyos libretistas cabe desconfiar.

Empecé a militar en 1981 y me hice peronista. Si hubiese realizado "sondeos de opinión" y "focus group" entre mi franja etaria y mi ubicación socio-cultural tendría que haber apoyado a Videla. Hice bien desoyendo el sentido común y buscando el buen sentido.

Es claro que instrumentos como las encuestas de opinión resultan herramienta útil para dirigentes que conciben, planifican y llevan adelante campañas electorales; pero no es tan evidente que resulten imprescindibles para el militante de a pie.

No hay que ser muy lince para ver que respaldados en supuestas encuestas se lanzan predicciones, análisis, frases y consignas que no buscan ni anuncian la verdad, sino que procuran infundir aliento y llevar ánimo a la tropa anti popular y extranjerizante, que no es la mía.

Esas frases, repetidas al infinito, buscan el efecto de ciertos cantos de tribuna.

Se plantea la cuestión no en términos de discusión de ideas o convicciones sino de triunfalismo, derrotismo, miedos y oportunismo. La diatriba y la calumnia califican el alma de quien las profiere más que al destinatario.

Al mismo tiempo y en espejo, buscan minar nuestra moral instalando la idea de una derrota segura e inevitable, en la convicción de que poca gente pelea por causas que da por perdidas.

Algunos, entre los cuáles me cuento, piensan que la lucha por buenas causas perdidas dignifica; pero ésta –nuestra política- no me parece una causa perdida ni mucho menos.

Hay que hacer lo que está bien y no lo que va ganando. La política se alimenta de convicciones y no de cálculo. O mejor dicho: se han de hacer los cálculos para llevar las convicciones a la victoria.

En nuestro país hace doscientos años que se libra un partido entre dos equipos: uno oligárquico y extranjerizante y otro nacionalista y popular. Cada uno tiene sus más y sus menos. Lo importante es saber cuál el arco contrario y cuál es el nuestro, que debemos defender.

Hasta el día de las elecciones no me importa tanto saber quién ganará sino convencer a todo el que pueda para que gane la que considere la mejor propuesta.





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