entre máscaras y el regreso de la peste
entre máscaras y
el regreso de la peste
el regreso de la peste
Como en
tiempos de la organización Mitre-Sarmiento, en coincidencia con el ciclo
político de CAMBIEMOS y quizás como su consecuencia, vuelve a cernirse sobre
nosotros el fantasma de la fiebre amarilla. Bueno es recordar aquella peste en
estos tiempos de liberalismo individualista y mentidas meritocracias.
Aquella
epidemia impactó sobre Buenos Aires sin hacer distingos. Cierto es que los
ricos abandonaban San Telmo y se iban al barrio norte para alejarse de la zona
de mayor contagio, pero se morían igual. Y cierto es que después pensaron que
era mejor aprovechar y quedarse a vivir lejos de los pobres, con peste o sin
ella, y alquilar sus viejas y grandes casas del sur al aluvión de inmigrantes,
como conventillos atosigados de gente. Pero ése es otro cuento.
Los
sistemas de aguas y sanidad fueron producto de la necesidad ante las pestes, y
más o menos de la misma manera, por las mismas causas y en la misma época se
ejecutaron en las grandes ciudades de la revolución industrial consolidada.
Igual que los sistemas hospitalarios, que fueron respuestas surgidas de las
guerras nuevas y mortíferas de la segunda mitad del siglo XIX.
La
peste no hace distingos, y es una de las dimensiones de la horda humana
refractaria a las ideologías individualistas. Aunque los cacerolistas alienados
no lo quieran ver, y aunque reciten las imbecilidades inculcadas durante el
largo sueño embrutecedor al que los sometieron, la peste alcanza a todos. La
historia muestra que de la peste a veces no se sale; que otras veces se va
sola, aunque no gratis; y que si se la quiere prevenir y combatir debe ser
colectivamente.
Todavía
recuerdo mi primer e inquietante contacto con "La máscara de la muerte
roja", de Edgar Poe, que leí hace 45 años. Una buena vacuna contra algunos
males del pensamiento y del corazón.
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