EL POZO Y EL PÉNDULO

Hace tiempo publiqué estas líneas, tratando de señalar -y recordar- que no hay enemigos invencibles ni oligarcas eternos; que nunca debemos cejar en la organización, la prédica y la lucha por nuestras ideas, que cuando menos uno espera salta la liebre.
Que hay que tener firmeza ideológica, claridad política y
confiar en que llegará el momento en que una fortaleza enemiga, que parece invulnerable e inconmovible,
se agrieta y se derrumba, y muestra divisiones, mezquindades y pujas miserables entre su guarnición, antes soberbia y petulante.
confiar en que llegará el momento en que una fortaleza enemiga, que parece invulnerable e inconmovible,
se agrieta y se derrumba, y muestra divisiones, mezquindades y pujas miserables entre su guarnición, antes soberbia y petulante.
Hay que estar preparados para echar a los usurpadores
convocar a todos a la reconstrucción, el futuro y la esperanza.
convocar a todos a la reconstrucción, el futuro y la esperanza.
EL POZO Y EL PÉNDULO
("no hay tiempo que no se acabe, ni tiento que no
se corte")
En 1976 Videla asaltó el gobierno proclamando que lo
hacía por una necesidad: terminar con la violencia, los subversivos y los
corruptos.
Casi toda la prensa aplaudió a los militares
golpistas, y la que no, fue clausurada para restablecer el orden. Mucha gente
les creyó, demasiada quiso creerles contra toda evidencia, unos cuantos fueron
cómplices.
Cinco años después las consecuencias eran
inocultables. Con el pretexto de la guerrilla destruyeron la industria, bajaron
los salarios y persiguieron a todo disidente, a toda voz crítica, con torturas,
asesinatos y secuestros. Ante el mal clima social, y embebidos en la impunidad
que da el poder absoluto, empezaron las peleas abiertas entre ellos. Fue
saliendo a la luz no sólo su barbarie represiva, sino también su falta de
patriotismo y su entrega del país al capital extranjero.
También que su autoproclamada moral era una farsa
grosera, que buscaba ocultar, como el grito del tero, que se robaban los bienes
de los perseguidos, que secuestraban gente sólo para despojarla de sus
fábricas, que asesinaban a sus propios embajadores y hasta al vocero de prensa
de la dictadura anterior. Los grandes diarios -socios y mandatarios del despojo-
terminaron por denunciar que el Almirante Máximo invitaba a navegar al esposo
de su amante, para arrojarlo convertido en cadáver a las aguas del río de la
Plata.
El país estaba subvertido, patas para arriba, dado
vuelta por los pretendidos redentores. Huyendo hacia adelante, y con una
disparatada apreciación de la política internacional, ocuparon Malvinas
pensando que los EEUU presionarían a Inglaterra en su favor, para tener algo
que mostrar.
A fines de 1982 su descrédito era absoluto, y sus
cómplices y socios, los grandes oligarcas, se despegaban y les echaban toda la
culpa a través de sus diarios, radios y revistas. Los opositores del primer
día, los cómodos, los confundidos, los ingenuos, los engañados, se reunían
ahora en un clamor unánime de repudio.
Aunque tarde, todos los señalaban: ¿quiénes
son violentos, subversivos y corruptos?
agradezco a Edgar A. Poe por prestarme el título de su cuento estremecedor.
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