médicos, cirugías y remedios

Por estos días en que se restablecen privilegios, se recortan beneficios y se amenazan derechos, proliferan explicaciones -de justificación o de condena- basadas en metáforas médicas. Escuchamos así quien dice “entraron al quirófano con un serrucho”, o bien “practican cirugía sin anestesia”.
Hay trampa y error en esas explicaciones.

Por un lado porque apelar a la metáfora de la cirugía médica de amputación supone admitir una enfermedad gravísima que la requiere, enfermedad que la sociedad argentina no tenía. Lo que había que corregir implicaba planes y esfuerzos para resolverlo, pero no falta de criterio estilo "si el zapato me ajusta me corto la pata", que es lo que estas bestias feroces proclaman.

Y el de la pesada herencia es otro cuento viejo, que además en este caso habría que atribuir al ministro de economía que la enuncia, que fue justamente el que nos encadenó al FMI y endeudó por décadas tomando plata que no se sabe a qué se asignó, que no fuera llevársela afuera con amigos.

Por otro lado la metáfora médica implica suponer que los ejecutores tienen vocación de sanar el cuerpo social y la economía, cuando las políticas que despliegan con impunidad de los medios de propaganda no tienen efecto reparador sino que están diseñadas para producir males a las mayorías.

Por eso transfieren riqueza desde la clase media y los pobres hacia ricos expertos y con tradición de fugar divisas fuera del país. Se eliminan regulaciones, se eliminan impuestos a los autos de “alta gama” y se abren importaciones, mientras se aumentan tarifas, despiden empleados y bajan salarios.
Resignan soberanía proclamando la urgencia de permitir a grandes conglomerados multinacionales, amigos de emiratos y fondos buitre comprar tierras, vender ARSAT, habilitar a Elon Musk a vender internet, o comprar clubes de futbol. Seguidismo bobo a nivel internacional hacia quienes votan contra nosotros en la ONU por Malvinas.

Si hubiera enfermedad, es como que el doctor se tomara el remedio.
Si fuesen médicos, serían como el de aquella película de Fellini donde el doctor iba periódicamente a curar a una enferma anémica, pálida y desvaída; tan débil que se desvanecía de sólo estar parada. Y en cada visita le practicaba un sangrado, con lo que la pobre empeoraba cada vez más.



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