PERÓN Y LA DEFENSA NACIONAL - UNDEF
La Universidad de la Defensa Nacional ha reunido en un libro una
selección de discursos de Juan Domingo Perón:
I. Cátedra de Defensa Nacional. La Plata,
junio de 1944
II.
Discurso
ante la integración del Consejo Nacional de Posguerra, septiembre de 1944
III. La comunidad organizada. Mendoza, 1949
IV. ABC e integración suramericana. Escuela de Guerra, 1953
V. Mensaje ambiental a los pueblos y
Gobiernos del mundo. Madrid, 1972
VI. Modelo
argentino para el proyecto nacional. 1° de Mayo de 1974
El libro se ofrece en versiones traducidas a distintos idiomas.
En esta primera etapa, castellano, portugués, inglés, ruso y chino mandarín.
Se pueden descargar de:
https://www.undef.edu.ar/libros/biblioteca-digital/
Están en preparación las versiones en aymara, francés, italiano, guaraní, alemán y árabe.
Los textos cuentan con introducción y comentarios de Jorge Taiana, Agustín Rossi, Nilda Garré, Jorge Battaglino, Ernesto López, Juan José Giani, Norma López, Aldo Duzdevich y Cristina Álvarez Rodríguez.
También tiene estas líneas como comentarios al cierre.
anotaciones a manera de epílogo
Sergio A. Rossi
Poco puede añadirse sobre estos discursos de Juan
Perón. Sus palabras siguen vigentes, hablando claras al presente y al futuro, y
las notas que presentan a cada uno los engarzan en la trama de su historia y
los sitúan en la intención del momento.
Merece señalarse de este libro la cuidada selección de
textos y el presentarlos reunidos y traducidos a varios idiomas. Aquellas
palabras fueron dirigidas al pueblo argentino, sí, pero se concebían portadoras
de un mensaje que se brindaba en propuesta a los pueblos del mundo.
La tarea del traductor es ardua siempre, ya que debe
reescribir el texto para transmitir con fidelidad la esencia del contenido, al
tiempo que trasplantar las formas -las complejas formas del idioma- a un
contexto paralelo de reglas y de valoraciones, a la vez semejante y distinto.
Perón ayuda al traductor en lo que hace a la esencia,
ya que sus conceptos son nítidos y la prosa es lógica y precisa, pero su hablar
presenta exigencias, ya que está plagado de sobreentendidos, dichos y pareceres
del habla rioplatense. Para el público argentino gana en claridad y en
cercanía, ya que recoge modos de la poesía gauchesca y de la tradición popular.
Se enhebra con el refranero español, se apoya en mitos y relatos regionales, es
llano sin ser nunca vulgar, y mezcla todo eso con apelaciones a los clásicos
grecorromanos e hitos de la historia universal.
Paternal Martín Fierro con guiños de Viejo Vizcacha[1], hace que
Licurgo interpele al ciudadano de hoy y le diga que el peor delito en que puede
incurrir es, en la lucha en que se definen los destinos de la comunidad, no
estar en ninguno de los dos bandos, o estar en los dos; evoca la Acrópolis para
señalar que todo debe hacerse en su medida y armoniosamente; y se burla de
muchos encumbrados con el ejemplo de la
mula del mejor general de su época, aquella que acompañó en todas sus batallas
al Mariscal de Sajonia sin aprender nunca nada de estrategia.
Contra lo que pretendieron sus enemigos hay en Perón
una coherencia discursiva absoluta, en su concepción y en su mensaje, que se
refleja en textos a lo largo de cuatro décadas, tres de las cuales lo tuvieron
como protagonista central de la política argentina. Esa coherencia y esa
continuidad se advierte en el estilo del lenguaje, desde sus textos sobre
toponimia patagónica de etimología araucana y sus apuntes de historia militar,
hasta sus magníficos discursos en vísperas de la muerte.
Esos textos y esos discursos son parte de una
gigantesca operación semántica, que se desplegó en diversos formatos de
comunicación, resignificación y apropiación de sentidos; dimensión semántica de
una enorme movilización del espíritu nacional, que fue a un tiempo ruptura y
continuidad. Ruptura con décadas de sometimiento colonial, subordinación
cultural y desigualdad social; continuidad con la mejor tradición nacional y
con la vocación de unión americana. Podemos reconocer en Perón afinidades e
influencias de líderes y pensadores latinoamericanos que le precedieron, como
Haya de la Torre y Cárdenas, así como percibir su influencia en otros
posteriores, como Torrijos o Chávez.
En las que se recogen en este libro postula la
necesidad de contar con una doctrina nacional, de integrarse con los pueblos
hermanos del subcontinente y de redefinir la conciencia ambiental de la
humanidad. Recogiendo la idea de la nación en armas, la cohesión nacional
resulta pieza esencial que debe forjarse con justicia social y dignidad
popular. La integración plena de la mujer a la vida política se concreta al
tiempo que las multitudes argentinas, sometidas y marginadas hasta entonces,
acceden por primera vez a la satisfacción de sus necesidades materiales y
espirituales.
Perón afirma que el individuo sólo puede realizarse en
una comunidad que se realiza, que la modernidad y el crecimiento de las
sociedades no deben insectificar al hombre, ni alienarlo; que la masa innúmera
de individuos debe imbuirse de una doctrina nacional para devenir en pueblo
organizado y poder así forjar su destino. La planificación estatal es
imprescindible para dirigir la movilización del espíritu nacional, ponerla en
actos y potenciar su eficacia. La enunciación de la doctrina y la explicitación
del plan son herramientas para permitir la participación y darle sentido
democratizador.
A fines de los años sesenta sedimentaron temores y
acechanzas en la conciencia mundial, que empieza a advertir amenazada la
naturaleza y la vida misma sobre el planeta. El terror atómico, la
superpoblación y la urbanización descontrolada, el agotamiento de recursos
naturales, la crisis energética, la contaminación del aire y las aguas, la
desaparición de selvas y bosques, la erosión de suelos, la extinción de
especies, crecen en esa percepción. Se generaliza el concepto de ecosistema, y
la primera foto de la Tierra desde la Luna refleja la fragilidad de esta,
nuestra esfera celeste. Perón se revela como un líder de sensibilidad asombrosa
ante la cuestión ambiental. Se anticipa como nadie en recogerla desde la
política y la integra en una concepción que rehúye tanto de la depredación
individual, anárquica y diseminada del capitalismo, como de la planificación
cientificista del colectivismo estatalista. Lo hace sin caer en un
ambientalismo ingenuo, que resulte en bloquear el desarrollo de los pueblos o
en diferir y reservar regiones para la rapacidad multinacional y la ambición
imperialista. La humanidad está ante un desafío, y si en el paleolítico se
adaptaba al medio y con el neolítico afrontó el desafío de modificarlo, se
plantea ahora la necesidad de un nuevo equilibrio que reconfigure el pacto de
la humanidad en la naturaleza, controle aquel impulso prometeico, y ponga la
ciencia a buscar un desarrollo en armonía con el ambiente.
Fortalecer la voluntad popular y movilizar el espíritu
nacional impone la exigencia de sumar voluntades individuales en una gran
voluntad colectiva, que dé soporte sostenido a la acción reparadora. La
convocatoria permanente a la unidad nacional deviene en imperativo, muchas
veces perturbado por la hostilidad enemiga y la incomprensión sectorial.
Corregir errores, deponer el enfrentamiento de trincheras y recomenzar el ciclo
se hace necesario para reconstituir el cuerpo de la Nación. Doctrina, plan y
liderazgo concurren a esa tarea, y en esa apelación y convocatoria el propio
cuerpo de Perón, como enunciador del mensaje y como articulador de la política,
busca convocar con amplitud y abarcar contradicciones, refundiéndolas y
proyectándolas al futuro. Así como el país de los argentinos es fruto de la
sedimentación, la hibridez y el mestizaje, así el movimiento peronista debe ser
capaz de componer diferencias e integrarlas.
La química nos enseña a distinguir entre mezcla y
solución. Idénticos elementos se yuxtaponen en la mezcla, sin interactuar ni
combinarse; mientras que en la solución se combinan dando origen a un compuesto
nuevo. A diferencia de otros países, aquí en el nuestro indios, españoles,
criollos e inmigrantes tardíos del siglo XIX se refunden en una identidad
nueva. Del mismo modo el peronismo recoge tradiciones políticas e ideológicas y
las integra para la formulación de la doctrina nacional.
El peronismo es solución y no problema. Es solución
parcial y en actualización permanente, que requiere de confluencias sucesivas y
crecientes para su realización.
Se trata de un nacionalismo universalista. No es un
milenarismo tradicionalista que se resista a los cambios congelándose en el
pasado, sino vocación de modernidad situada en la periferia, que busca
universalizarse sin prepotencia, sintiendo que puede aportar ideología
redentora, y negándose a ser mera espectadora de una globalización asimétrica,
donde unos pocos globalizan a empujones a multitudes subordinadas que, al ser
pasivamente globalizadas, sufren hasta la dilución identitaria.
En un tiempo en que interesadamente se difunden
filosofías del desencanto, se estimula el egoísmo individualista y se promueve
la lógica del fragmento, Perón nos recuerda que podemos soñar y que debemos
soñar. Y que para poder soñar debemos soñar en grande, recuperando la actitud
de la humanidad primera, con los pies descalzos pisando firme sobre la tierra
grave y doliente, y mirando hacia las estrellas.
- [1]Martín Fierro, de José
Hernández, es el poema nacional argentino. Los personajes de Fierro y
Vizcacha son un par antitético, entre el arquetipo moral y un pícaro
vicioso y oportunista.
Excelente iniciativa y muy oportunos los comentarios Sergio....creo que sería imperioso comenzar YA con el armado del PLAN 2023/2031 desde el PJ que "busca convocar con amplitud y abarcar contradicciones, refundiéndolas y proyectándolas al futuro", tal como decís en tu análisis....
ResponderEliminar