NO COMER EL GUISO ANTES DE CAZAR LA LIEBRE
Hay que trabajar mucho para ganar estas elecciones de segunda vuelta.
No hemos triunfado todavía, el partido se está jugando y viene parejo.
Verificamos que era un
error caer en el derrotismo tras las elecciones PASO del 13 de agosto,
elecciones en las que salimos terceros y vimos la magnitud tomada por la vieja
corriente oligárquica procesista, corporizada ahora en el grotesco Milei y la negacionista
Villarruel, así como el triunfo de la inclasificable Bullrich en su propia
interna.
El movimiento nacional
se ha ido reagrupando y movilizando, pero no hay que descuidarse ni relajarse.
La hipocresía y el cinismo de la vieja oligarquía representada ahora por Milei
es tan grande como su poder y su afán de reducir bienestar popular, anular derechos
ciudadanos y entregar al extranjero la soberanía nacional, empezando por
Malvinas.
Si en aquel momento debimos
evitar y superar el desánimo para entrar en la segunda vuelta, debemos librarnos
ahora de cometer el error contrario, el de caer en el triunfalismo y la
confianza desmovilizadora tras el buen resultado del pasado 22 de octubre en la
primera vuelta.
La oligarquía apelará
al sentimiento y al prejuicio antipopular –desde hace tiempo antiperonista,
pero antes conservador anti-radical, y antes unitario anti-federal. Es un sentimiento
fuerte y arraigado, que su prensa cultiva y riega persistente. Es un sentimiento
extendido, que ahora se potencia con la oleada autoritaria e irracionalista
sostenida por fondos buitres y empresas como Cambridge Analytica, que fomentan
a los Trump y los Bolsonaros, y que actúan continentalmente para manipular nuestras sociedades e interferir nuestras
naciones. Su marca de hoy son Macri y Milei, Bullrich y Villarruel.
A no dormirnos y a no menospreciarlos.
A seguir hablando uno por uno y casa por casa, explicando el
peligro que representan, así como el camino de esperanza y de cambio para mejor
que expresa la fórmula de Sergio Massa y Agustín Rossi.
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