40 AÑOS

Cuarenta años es mucho tiempo. A mediados de 1980 yo transitaba mi tercer año en Rosario y en la Facultad de Ingeniería. La carrera me gustaba mucho y sentía la pequeña vanidad de que me iba muy bien con los estudios. Años atrás, con la clausura dictatorial y al volcarme a disfrutar de las ciencias exactas, la política había desaparecido de mis afanes intelectuales, y estaba por cierto fuera de mi agenda de actividades. Mis lecturas se repartían entre las exigencias de la física y las matemáticas, la revista Investigación y ciencia , aquellas ediciones de ciencia ficción de Minotauro y EMECE, Lewis Carroll y Jonathan Swift, Toynbee, Huxley y Por qué no soy cristiano , de Rusell. Pero a comienzos de aquel año 80 empezó a enturbiarse aquel reino de formas puras y abstractas, de cristal y de acero pulido. Por un lado el malestar por la dictadura se me volvía cada vez más ominoso. El año anterior, en el desfile militar junto al Monumento a la Bandera, la satisfacción patriótica...