Han elegido dejar de ser intelectuales, escritores y
científicos. También y al mismo tiempo han elegido dejar de ser dignos, si
alguna vez lo fueron.
Son gente venal, que por pequeñas raciones de fama hacen de
claque a la oligarquía y a lo peor de Inglaterra, Israel y EEUU.

Aparecen -y se desviven por aparecer- en los renovados
formatos de aquellos suplementos culturales de domingo de La Nación, que leían
nuestras tías abuelas porteñas y las señoras gordas de Landrú.
De hecho, se van convirtiendo en señoras gordas, como los
chanchos de la escena final de Rebelión en la granja.
Hay que dejar de hablar de ellos por dos años, como dijo el
filósofo gastronómico.
Apuntemos a la mano que mece la cuna, a la que maneja los
piolines de la marioneta universal, y no a los muñecos estos, retratos
envilecidos de ellos mismos, a lo Dorian Gray.
No es más que el pavor de lo que viene. Pierden cada día más apoyo y eso los enloquece. Vivirán sus últimos días en el ostracismo y amargados. Se lo habrán ganado
ResponderEliminarMuy bueno... y lo que más me gustó es lo de las tías abuelas porteñas y las imágenes de Landrú
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