el que nomina, domina
El diario La Nación editorializa
hoy, 17 de agosto de 2019, de nuevo, sobre uno de sus tópicos predilectos: qué
nombres deben tener calles, edificios y lugares públicos.
“Nombres que sean símbolo de
unidad”,
titula; y nos aclara que “Lamentablemente, muchos de nuestros
espacios públicos conservan nombres que alimentan divisiones y visiones
personalistas de la historia”.
Llama a la concordia
y a sólo nombrar con lo que nos une. Miente, como siempre, hoy a cuento del
Centro Cultural Kirchner y de una estación en Villa Urquiza.
Y digo que sus
llamados a la concordia son mentirosos porque cuando la oligarquía da nombres
busca ofender y provocar. Lo hicieron al nombrar la plaza Lavalle y establecer su estatua frente a la casa de Dorrego, para afrenta de su memoria y de
sus deudos cada vez que abrieran la ventana; y lo hicieron al zampar el Parque
3 de Febrero y la nomenclatura sarmientina sobre los restos de la casa de Rosas.
Los ejemplos son infinitos.
Además, ¿no encarna
Mitre -como pocos personajes- esas divisiones y visiones personalistas de la
historia?
Les comparto el recuerdo de algunas deliciosas opiniones que nos dejaron sobre él contemporáneos suyos, muy
liberales todos, y un artículo que escribí sobre lo mismo hace unos años.
Y aclaro que uno de mis tatarabuelos era mitrista.
Verdugo
de Paysandú y Paraguay
en Sierra
Chica su cerviz dobló;
la farsa, el dolo, su figura visten;
jamás la Patria
que el hogar le dio
ni en el combate o la tribuna amó;
éste es un miembro de la Alianza: es Mitre.
(Francisco
Fernández, 1870)
Los viejos unitarios no entienden jota de la verdadera
república; el cerebro de ellos ha perdido, hace tiempo, su maleabilidad; allí
no caben las ideas de las instituciones libres; fueron vaciados en el molde de
la autoridad, y tienen que ser autoritarios a la fuerza. (…) Viejas ideas unitarias, viejos sistemas
intervencionistas, viejos odres, viejos trapos: Sarmiento, Mitre, La Prensa, La
Tribuna y tutti quanti, cerebros empedernidos, corazones osificados, sepulcros
blanqueados, ojos dirigidos hacia el pasado, inteligencias retrospectivas,
sonámbulos del retroceso, moneda chica del despotismo, reliquias vivientes de
la época monárquica y tiránica. (Alejo
Peyret)
La doctrina de nuestros liberales es la copia del
maquiavelismo –ellos lo han dicho desde la tribuna del periodismo, que todos
los medios son buenos para llegar al fin, y a fe que son consecuentes con su
doctrina- (…) y se llaman liberales y por antonomasia libertadores; ¡pobre
juventud argentina! que tanta veces ha sido empujada al abismo, a votar por los
que más tarde les debían cerrar las puertas del templo de la libertad, por la
que engañados se dejaron seducir tantas veces para levantar la oligarquía, que
debía disponer de su suerte, y de sus derechos (…) Otro rasgo de la moral
política de D. Bartolo y los liberales. (Ovidio
Lagos – diario La Capital, noviembre de 1867)
Ese hombre era D. Bartolomé Mitre. Para la República Argentina,
para la República Oriental, para el Paraguay, fue una especie de lotería
fúnebre, una bolilla negra, que desde el día de su aparición en la escena ha
venido presagiando desgracias, y amenazando su fortuna política con las
lágrimas y con la sangre se millares de víctimas. Y esa bolilla negra anda
rodando todavía, causando todavía perturbaciones, haciendo derramar lágrimas, y
abriendo de nuevo la era de las luchas sangrientas. (José Hernández, octubre de 1874)
NOTA DE LA NACIÓN
Nombres que sean símbolo de unidad
UN TEXTITO ANTERIOR SOBRE
EL ANTIPERSONALISO MITRISTA Y LA HIPOCRESÍA OLIGÁRQUICA
La Nación y sus nombres
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