reiteración y paradoja
Bioy
Casares escribió en 1940 una maravillosa novela, prologada por Borges: La
invención de Morel. Un prisionero evadido llega a una isla donde se topa con un
grupo de gente que vive su vida con indiferencia absoluta ante su presencia.
Con el tiempo percibe que esa gente repite cíclicamente sus actos, y que no son
sino fantasmas, imágenes de vidas pasadas, captadas, grabadas y reproducidas al
infinito por una máquina creada por Morel, un científico que invitó a sus
amigos a pasar una temporada en su casa de
la isla, y lo registró para siempre.
Recuerdo
aquella novela cuando escucho los argumentos del paupérrimo gorilismo de
nuestros días. Los mismos argumentos contra la demagogia populista que
predicaba el Proceso de Reorganización Nacional cuando yo era un adolescente. Las
mismas cantilenas del primer antiperonismo que escuché tantas veces, como ecos
cada vez más apagados, cuando era un chico. Las mismas consignas que se
lanzaron contra la chusma radical cuando Yrigoyen. Nada que no dijeran los del
’37, o los unitarios del protogolpe de Lavalle y la constitución rivadaviana, o
los directoriales de la década anterior. Nada. Sólo loritos repetidores.
En
realidad exagero, no es igual. Son copias desteñidas, empobrecidas, degradadas.
Sin pretensión de ilustración ni de cultura, son mero resentimiento. Racismo
profundo, rastacueros en potencia, presumidos vanos y fatuos. Gente que en su
cortedad de miras se siente superior moralmente a los demás, que antes se creía
Borges por leer el suplemento dominical de cultura de La Nación, y ahora se
siente aristócrata porque mira por la tele cómo Mirta almuerza con nulidades sobre un escenario de cartón.
Habría que reflexionar sobre esta paradoja:
esos periodistas presumidos que opinan que los negros no quieren trabajar, esos pensadores que cobran sus pesitos por publicar que la Argentina se condena a sí misma por pura comodidad e indolencia de sus gentes, no resultan trabajadores ni muy esforzados ni muy originales, ya que sólo copian y dicen mal lo que otros -tan inmorales, mezquinos y egoístas como ellos- han dicho, escrito y publicado hace añares y por décadas, aunque con más talento.
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