¿CAMBIARON? la doble vara antipopular
¿cambiaron?
Exigían controles a las mineras; criticaban a los Kirchner por ser empleados de empresas pesqueras y petroleras; lloriqueaban por los pueblos originarios y alertaban que los extranjeros amenazaban nuestra tierra y nuestras aguas; gritaban por el ambiente, los bosques y el oso polar; pedían seguridad, gobernantes honestos, jueces independientes, mejores sueldos docentes y pluralidad de voces.
¿Por qué están tan calladitos ahora?
Porque nunca les importó nada de todo eso ni les importa.
Presionaban todo el tiempo con todo lo que pudieran -por izquierda y por derecha, por exceso y por defecto- para exponerla a Cristina como emblema de todos los males, como una porquería.
Son herederos de la falsa tradición liberal argentina, racistas y clasistas que buscan la prebenda estatal en su exclusivo privilegio, pero que -vergonzantes- quieren presentarse al mundo como ciudadanos universales, modernos y progresistas.
Añoran al gaucho estoico y comprensivo de Don Segundo Sombra, se enternecen con el recuerdo amable del esclavo Tío Tom y lloran al indio muerto por Pizarro; pero rechazan furiosos a Evo Morales o al cabecita negra que pide empleo registrado.
Descendientes de europeos pobres y perseguidos, en mezquina actitud de recién llegado tratan de quitarle a quien viene atrás la escalera por la que ellos mismos, sus padres o sus abuelos fueron ayudados a subir.
Declaman cultura del trabajo para esconder un individualismo consumista deslumbrado por el extranjero poderoso.
Presumen de cultos mientras les mienten en la cara y les escamotean el futuro.
Sólo cuando el corralito bancario retuvo sus ahorros vino la reacción furiosa y con tonos de épica maximalista, que estalló en el -prendido con alfileres- "piquetes-cacerolas-la-lucha-es-una-sola".
Exigían controles a las mineras; criticaban a los Kirchner por ser empleados de empresas pesqueras y petroleras; lloriqueaban por los pueblos originarios y alertaban que los extranjeros amenazaban nuestra tierra y nuestras aguas; gritaban por el ambiente, los bosques y el oso polar; pedían seguridad, gobernantes honestos, jueces independientes, mejores sueldos docentes y pluralidad de voces.
¿Por qué están tan calladitos ahora?
Porque nunca les importó nada de todo eso ni les importa.
Presionaban todo el tiempo con todo lo que pudieran -por izquierda y por derecha, por exceso y por defecto- para exponerla a Cristina como emblema de todos los males, como una porquería.
Son herederos de la falsa tradición liberal argentina, racistas y clasistas que buscan la prebenda estatal en su exclusivo privilegio, pero que -vergonzantes- quieren presentarse al mundo como ciudadanos universales, modernos y progresistas.
Añoran al gaucho estoico y comprensivo de Don Segundo Sombra, se enternecen con el recuerdo amable del esclavo Tío Tom y lloran al indio muerto por Pizarro; pero rechazan furiosos a Evo Morales o al cabecita negra que pide empleo registrado.
Descendientes de europeos pobres y perseguidos, en mezquina actitud de recién llegado tratan de quitarle a quien viene atrás la escalera por la que ellos mismos, sus padres o sus abuelos fueron ayudados a subir.
Declaman cultura del trabajo para esconder un individualismo consumista deslumbrado por el extranjero poderoso.
Presumen de cultos mientras les mienten en la cara y les escamotean el futuro.
Sólo cuando el corralito bancario retuvo sus ahorros vino la reacción furiosa y con tonos de épica maximalista, que estalló en el -prendido con alfileres- "piquetes-cacerolas-la-lucha-es-una-sola".
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