un mito funesto

Hay un mito muy pernicioso que proviene de endiosar al inmigrante de fines del siglo XIX y atribuirle, como virtudes, sus vicios y carencias; estableciendo que el individualismo y la falta de criterio colectivo es una gran cosa, que contrasta con la indolencia de los que ya estaban aquí, que esperarían vivir del sudor ajeno. Esa pedagogía, que antes sostenía la ética protestante y ahora el consumismo hedonista, es nefasta y más clasista que racista, aunque contenga ciertas pulsiones racistas en descendientes de europeos a los que se los recibió con la alfombra rója de la enseñanza escolar del ochentismo decimonónico. Un cóctel funesto en cabezotas cerradas y en gentes que quieren destruir las escaleras que los ayudaron a salir del pantano -a ellos, a sus padres, a sus abuelos- para que otros no puedan subirlas .